top of page

El periodismo literario. El arte de contar historias

  • Foto del escritor: Marina Torres Godoy
    Marina Torres Godoy
  • 13 mar 2019
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 14 mar 2019


Decía Tom Wolfe, “​Las historias las hacemos personas como usted y como yo y las contamos a personas como usted y como yo”. Las historias se encuentran en las calles, mirando hacia arriba o hacia abajo; las historias se encuentran en las esquinas, aunque a veces hay que torcerlas dos veces; las historias se encuentran en el mar, a bordo de una pequeña lancha repleta hasta los topes de navegantes con un destino incierto; Se encuentran en Asia, en América o en Marte. Las historias también pueden estar en “mañana”, solo hay que saber esperar. Las historias pueden leerse en los periódicos, o puede que no, porque no caben.

Una buena historia puede convertirse en una gran obra literaria y en este punto le confieso a usted que, aunque muchos se empeñen en mirar el reloj y señalar la rapidez con la que giran sus manecillas, el periodismo es literatura, sólo hay que darle un poco más de tiempo, aumentar las páginas y reducir las columnas.

Desde los principios del periodismo, este y la literatura han ido de la mano. No se puede entender el periodismo sin la literatura y no se pueden separar. Ya en los primeros periódicos aparecían fragmentos puramente literarios, y desde entonces se han dado casos de periodistas que han dedicado parte de su vida a la escritura (novelística, ensayística...) y viceversa, escritores que han actuado en ocasiones como periodistas, y así lo afirma Acosta Montoro: “​El mundo del periodismo, en los orígenes y en las épocas de su primer desarrollo, fue el

mundo de la literatura”. En términos lingüísticos, el periodismo como expresión verbal forma parte de la literatura como un género más.


El problema, y es lo planteado en este ensayo, es la equívoca idea que anexiona la literatura con la fantasía, la ficción o la inventiva. Pensar que el periodismo puede perder rigor y/u objetividad por ir acompañado del adjetivo “literario” es un absurdo, pues el periodismo es literatura en sí y “​el periodista escritor o el escritor periodista, presta dignidad literaria a cuanto informe toca con su pluma” (Martín Vivaldi).

A pesar de lo comentado hasta el momento, el periodismo es entendido por muchos como el acto o la profesión dedicada a informar o comunicar hechos considerados como noticiosos a través de cualquier medio de comunicación (prensa, radio, televisión o, ahora, Internet), omitiendo juicios de valor y siguiendo unos parámetros de objetividad establecidos. Por su parte, la literatura estaría ligada a la subjetividad, a la creación de falsas realidades, a los sueños y a la explotación de la palabra en busca de su máxima belleza. Por consiguiente, el periodismo literario se entiende como aquella modalidad que aúna características de ambas clases, periodísticas y literarias convirtiéndose quizás en una versión más artística de la actividad informativa. Aclarar que, aunque en el periodismo literario son sobresalientes tintes retóricos y poéticos, no se debe olvidar en ningún momento que no es ficción lo que se cuenta, que se está haciendo periodismo y que la forma en todo caso tiene que estar al servicio de lo que se relata. El periodismo puede ser arte sin renunciar a su valor fundamental, la verdad. Por su parte, Kramer (1995) define este género como aquel “​tipo de texto en el que las artes estilísticas y de construcción narrativa asociadas desde siempre con la literatura de ficción ayudan a atrapar la fugacidad de los acontecimientos, que es la esencia del periodismo”. De esta manera, reitero que la creatividad no tiene por qué apartar sino que puede hacer comprender mejor la realidad.

No obstante, he de admitir que la línea entre lo entendido como estrictamente periodístico y la libre pluma se difuminan con facilidad en esta vertiente. ¿Hasta dónde es periodismo?, ¿cuándo empieza la literatura? Es la eterna pregunta a la que intentamos buscar respuesta.

En 1945, cuando el tiempo no corría carreras y la gente tenía tiempo para preguntarse el por qué de un suceso, comienza a desarrollarse un nuevo tipo de periodismo,apodado más tarde por Wolfe como ​Nuevo Periodismo, que se inclinaba hacia una especie de novela realista. En esta ramificación del periodismo los espacios se alargan y los lectores se acomodan. La voz del escritor es casi palpable en el transcurrir de las páginas y el tono se relaja. Los detalles describen a la perfección el ambiente, permitiendo visualizar los escenarios con gran facilidad, al igual que a los personajes, a los que se les dota de numerosas puntualizaciones acerca de su aspecto, expresiones y posicionamiento en la historia. La estructura narrativa se asemeja más a la novela que a la noticia y el contenido se convierte en algo más artístico, reflexivo, subjetivo y analítico. El periodismo comienza a interesarse en ir más allá, aunque eso le suponga mayor reposo y paciencia. Al periodista se le exigirá, en mi opinión, un compromiso extra con la realidad, para así poder desenvolverse entre las palabras de forma ágil sin perder la sencillez y la precisión del estilo periodístico. Esta tendencia empieza a ser notablemente palpable a finales de los años sesenta.

En ​La verdad de las mentiras, Mario Vargas Llosa escribía que “​la verdad depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que lo inspira”. En el caso del periodismo, la verdad sustenta todo el relato, siendo la narración no más que una reconstrucción literaria de la noticia. Son muchas las novelas que han surgido a través de lo recogido en las páginas de un periódico. Sin lugar a dudas, uno de los ejemplos más conocidos es​ A sangre fría, del escritor y periodista Truman Streckfus Persons, más conocido como Truman Capote. El asesinato en torno al que gira la novela fue contado por los medios de comunicación de forma superficial, mientras que el autor realiza una tarea de investigación, casi policial, inaugurando un nuevo subgénero al que bautizaría como “novela de no ficción”. En este caso, los diferentes puntos de vista ofrecidos, la minuciosidad del relato, resultando en algunos momentos incluso escabroso, y el buen uso de la adjetivación en grandecen la información, haciendo que en este caso la realidad supere a la ficción, y proporcionando al consumidor mucho más conocimiento del que podría obtener en los diarios. Otro ejemplo similar a este último sería ​Crónica de una muerte anunciada, noticia previamente recogida por la prensa de Sucre, y obra del también escritor y periodista Gabriel García Márquez.​ Acerca de la misma obra el autor sostuvo que: “​Mi reacción inmediata fue la de sentarme a escribir un reportaje sobre el crimen, pero tropecé con todos los obstáculos posibles y acabé quedando frenado. Lo que más me interesaba ya no era más tanto el crimen en sí, sino el tema literario de la responsabilidad colectiva (…) Desde aquel día, por eso,no pasó ningún otro día, sin que yo no fuese acosado por la voluntad de escribir aquel reportaje”. Márquez plasmó en sus obras su preocupación por la ética humanística, utilizando la literatura como lienzo para escenas poéticas y estéticamente atractivas, sin olvidarse, cuando la narración lo requería (como es el caso) de su faceta como periodista.

Otras publicaciones deciden alejarse de lo considerado como noticia por las grandes cabeceras, y se construyen desde cero. Es el caso de todas aquellas que se crean sin necesidad de entrevistas y que prefieren escuchar lo que los protagonistas tienen que contar sin preguntar nada. Vengo a referirme a todas aquellas que se distancian de las miradas de las masas y que posan sus ojos en lo que nadie ve. En las pequeñas cosas. En lo que olvidamos que existe porque no aparece en portada o abre los informativos. Estas novelas son ejemplos de que el periodismo literario no ficcionaliza la realidad,sino que la hace aún más real, apartándose de los convencionalismos informativos. Me gustaría nombrar en este caso una obra más cercana en el tiempo,​ Hijos del Monzón (2007). En este caso David Jiménez nos aproxima a una narrativa cercana a la crónica en su faceta como corresponsal en Asia. Las duras historias recogidas en este libro sobre diez niños de origen asiático víctimas de la extrema pobreza no tendrían cabida en otro formato, pero no por ello son menos importantes y dignas de ser contadas. La inmediatez nos roba el tiempo, aunque suene paradójico, y se necesita un poco más que eso para conocer la vida de Vothy, pero, créame, no es tiempo perdido.

Las dudas siguen sobrevolando al periodismo literario, que es reducido a un género menor, considerado menos periodismo o literatura barata. Rosa Montero refuta esta opinión: “​El periodismo al que me dedico, que es el escrito, de plumilla, de articulista y reportera,es un género literario como cualquier otro, equiparable a la poesía, a la ficción, al drama, al ensayo… Y puede alcanzar cotas de excelencia literarias tan altas como un libro de poemas o una novela”. Sin embargo, no debemos olvidar que este tipo de periodismo ha existido desde tiempos de Larra y no ha hecho más que evolucionar, para algunos a mejor y otros opinan que se ha desvirtuado. Yo diría que se ha adaptado. El periodismo literario no es ficción,ni simula la realidad,sino que da carácter deficción a la misma, que se trata de algo muy distinto. Las vidas humanas son complejas y no pueden limitarse a un titular y unos cuantos párrafos. Tampoco pueden ser contadas con frialdad, ni de forma distante. Por mucho que se empeñe, si es que es este su caso, no se ofenda si le digo que la objetividad no existe, yo lo llevo escuchando mucho tiempo. El periodismo literario o literatura periodística no está exenta de cierto grado de subjetividad, al igual que cualquier otro género. No deja de ser cierto que la rigurosidad característica del periodismo ha de estar presente en todas las obras, o se tratará de una farsa, no será periodismo. De lo que no hay duda es de que el periodismo necesita a la literatura, del mismo modo que la literatura necesita del periodismo. Como bien apuntaba García Márquez, “​a un escritor le está permitido todo, siempre que sea capaz de hacerlo creer.Eso, en general, se logra mejor con el auxilio de ciertas técnicas periodísticas, mediante el apoyo de la realidad inmediata”

​ .

Del mismo modo el escritor señalaba que nunca se ha de olvidar que la mejor fórmula literaria es siempre la verdad. Algo innegable es que es la mayoría de los casos, periodismo y literatura pueden alejarse y acercarse tanto como sea conveniente, marcando distancias o aprovechándose de sus semejanzas. Mientras que la función de la literatura dista mucho de la que debería ser la de un texto periodístico, el profesional puede utilizar herramientas de la misma para acercar el relato al lector, que se implicará más en la lectura de un tema que le resulte cercano. Nos vale la pena sopesar que el lector de literatura es el mismo que lee periódicos, por lo que empeñarnos en distanciar ambas materias o insinuar que estas son como el agua y el aceite no hará más que, a fin de cuentas, alejarnos del propio leyente.

A modo de conclusión, querría referirme al espectro que ocupa el periodismo literario. Un periodismo que se esfuerza en profundizar, que no se queda en la superficie, que araña y araña. Se dice que la noticia común tiene que intentar incluir las respuestas a una serie preguntas esenciales (¿Qué?, ¿quién?, ¿dónde?, ¿cuándo?...). Sin embargo, es este tipo de periodismo el que ahonda, más que cualquier otro, en la que considero la cuestión más compleja: ¿Por qué? Buscar una causa a los acontecimientos es una ardua tarea, no solo para el informador, sino para cualquier persona que quiera tomarse su tiempo, y mucho café, en busca de respuestas. A esto ha de sumarse la búsqueda de la belleza literaria. Lidiar con las palabras de una forma elegante, fina y sencilla, huyendo de lo grandilocuente, es algo que el periodista identifica como obviedad y sabe gestionar porque está preparado para ello. El periodismo, en toda su amplitud, es pasión. Es dedicación por una profesión acusada de muchos males y señalada como culpable. Culpable de contar demasiado en ocasiones, y de callar en tantas otras. El periodismo es curiosidad por el mundo, por las grandes cuestiones que destacan por encima de las banalidades, pero también por aquellas pequeñas cosas que pasan desapercibidas. Periodismo es saber mirar y saber escuchar. El periodismo me atrae, como decía Tom Wolfe, porque participa del prestigio literario y, sin embargo, sigue siendo una actividad poco destacable. El periodista informa porque lo siente dentro y no espera nada a cambio. El periodista literario no recibe una ovación al acabar un capítulo, al igual que el reportero no es felicitado tras cada jornada laboral. El periodismo te mueve por dentro, es apasionado o no es periodismo. Por esta razón me opongo a cualquiera que desdeñe el periodismo literario, siendo este, a partes iguales, corazón y razón arrancados del pensamiento del periodista y que, aunque lanzados con rabia, se posan sobre el papel con la suavidad de una pluma.

ree


 
 
 

Comentarios


Sígueme!

No te pierdas ninguna actualización

© 2023 by Marina Torres. Creado con Wix.com

bottom of page